Pasiones lacanianas
Graciela Brodsky
Nora Cappelletti | Marisa Chamizo | Patricia Moraga | Gabriel Racki | Marita Salgado | Mercedes Simonovich | Paula Szabo | Mariela Yern | Claudia Zampaglione
 
 
A partir de las resonancias del X Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, “El Inconsciente y el cuerpo hablante”, Graciela Brodsky vuelve a tomar la palabra en el contexto de un seminario diurno para hablar de los afectos.
Retomar la noción de cuerpo hablante, a contrapelo de una época en la que las TCC y el discurso de la ciencia intentan estandarizar su silencio, es también una decisión política.
“El afecto, dice Graciela, es una señal de lo real respecto del cual lo simbólico se demuestra incapaz de nominación”.
Estas clases siguen indudablemente esas señales, desde Freud, con Lacan, en un movimiento basculante que pendula entre autores de la psicología y la literatura clásica hasta las lecturas contemporáneas que interrogan el modo en que los afectos toman cuerpo en la actualidad.
Sin ahorrarse dilemas lógicos y conceptuales ni los atolladeros con los que un analista se encuentra en su práctica, los pone en tensión, los interpela, los interroga y hace de eso una causa viva que alienta el debate y relanza un trabajo continuo.
Partiendo de los cuerpos afectados, atraviesa las pasiones del ser y las del alma. Con el horizonte de la transferencia siempre presente, se desliza por las múltiples declinaciones del afecto: entre el amor y el odio, pasa por la vergüenza, la envidia, los celos, la tristeza, la cólera y la cobardía, entre otros. Y entrelaza los conceptos con los modos en los que en ocasiones irrumpen en lo social: el racismo, el odio contra lo femenino, el insulto.
El horizonte del pase y el final del análisis interrogan, asimismo, el modo en que los afectos mutan en un trayecto analítico.
Se trata éste de un recorrido que resitúa los afectos en el hueso de la práctica analítica para hacer de ellos una brújula desde una posición y una lectura ética.
Graciela habla con otros, los invita a tomar la palabra, sosteniendo en acto el affectio societatis inherente a una Escuela de psicoanálisis.
Y concluye, fiel a su estilo, con entusiasmo: ¨¿Cómo se junta el saber alegre con el bien decir?”
Estas clases, las primeras de un ciclo que duró tres años, claramente son una respuesta y dan cuenta de ello.

PASIONES LACANIANAS.BRODSKY, GRACIELA

$10.200
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A partir de las resonancias del X Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, “El Inconsciente y el cuerpo hablante”, Graciela Brodsky vuelve a tomar la palabra en el contexto de un seminario diurno para hablar de los afectos.
Retomar la noción de cuerpo hablante, a contrapelo de una época en la que las TCC y el discurso de la ciencia intentan estandarizar su silencio, es también una decisión política.
“El afecto, dice Graciela, es una señal de lo real respecto del cual lo simbólico se demuestra incapaz de nominación”.
Estas clases siguen indudablemente esas señales, desde Freud, con Lacan, en un movimiento basculante que pendula entre autores de la psicología y la literatura clásica hasta las lecturas contemporáneas que interrogan el modo en que los afectos toman cuerpo en la actualidad.
Sin ahorrarse dilemas lógicos y conceptuales ni los atolladeros con los que un analista se encuentra en su práctica, los pone en tensión, los interpela, los interroga y hace de eso una causa viva que alienta el debate y relanza un trabajo continuo.
Partiendo de los cuerpos afectados, atraviesa las pasiones del ser y las del alma. Con el horizonte de la transferencia siempre presente, se desliza por las múltiples declinaciones del afecto: entre el amor y el odio, pasa por la vergüenza, la envidia, los celos, la tristeza, la cólera y la cobardía, entre otros. Y entrelaza los conceptos con los modos en los que en ocasiones irrumpen en lo social: el racismo, el odio contra lo femenino, el insulto.
El horizonte del pase y el final del análisis interrogan, asimismo, el modo en que los afectos mutan en un trayecto analítico.
Se trata éste de un recorrido que resitúa los afectos en el hueso de la práctica analítica para hacer de ellos una brújula desde una posición y una lectura ética.
Graciela habla con otros, los invita a tomar la palabra, sosteniendo en acto el affectio societatis inherente a una Escuela de psicoanálisis.
Y concluye, fiel a su estilo, con entusiasmo: ¨¿Cómo se junta el saber alegre con el bien decir?”
Estas clases, las primeras de un ciclo que duró tres años, claramente son una respuesta y dan cuenta de ello.