ESTALLIDOS DE LA VOZ. UNA ANTROPOLOGÍA DE LAS VOCES. David Le Breton
Editorial Topía

Continúo aquí por un camino lateral la investigación que llevo realizando durante años en torno a la antropología del cuerpo. La voz, si bien escapa del cuerpo, está arraigada en él, no hay voz sin cuerpo.

Es particularmente difícil de abordar, como ya señaló la historiadora Arlette Farge, pero en este sentido ofrece un desafío apasionante para el investigador. Esta investigación me ha llevado años marcados de notas fragmentadas en los cuales a veces sentía la imposibilidad de llevar a buen puerto este proyecto. Aunque la voz es algo frecuente, no deja de escurrirse como agua entre los dedos. Sin embargo, en años anteriores reflexioné sobre cuestiones igualmente difíciles de abordar que planteaban dificultades similares: pienso en Rostros o en El Silencio.

El rostro sobre todo es un objeto marcado de sensibilidad y de singularidad, pero impregnado del vínculo social. En Rostros, traté de capturar el casi discurso del rostro, sus representaciones, sus significados, sus valores, sin omitir cuánto nos mueve y nos conecta con el lazo social.

En formas variadas, hay múltiples convivencias entre el rostro y la voz, uno y otra muestran la singularidad de la persona y su anclaje en las relaciones sociales, uno y otra son signos de identidad porque si bien reconocemos a cada uno por su rostro, también lo reconocemos por su voz, y la alteración del rostro o de la voz recorta al individuo del lazo social generando malestar hacia él. Interrogándome acerca de la voz, encontré las mismas dudas y las mismas maravillas que cuando escribía sobre el silencio o el rostro, y el mismo asombro al ver que al final poco a poco va naciendo la obra. Se trata aquí de despejar el camino hacia una antropología sensible y explorar el ‘decir a medias’ de la voz.

ESTALLIDOS DE LA VOZ. UNA ANTROPOLOGIA DE LAS VOCES.LE BRETON, DAVID

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Continúo aquí por un camino lateral la investigación que llevo realizando durante años en torno a la antropología del cuerpo. La voz, si bien escapa del cuerpo, está arraigada en él, no hay voz sin cuerpo.

Es particularmente difícil de abordar, como ya señaló la historiadora Arlette Farge, pero en este sentido ofrece un desafío apasionante para el investigador. Esta investigación me ha llevado años marcados de notas fragmentadas en los cuales a veces sentía la imposibilidad de llevar a buen puerto este proyecto. Aunque la voz es algo frecuente, no deja de escurrirse como agua entre los dedos. Sin embargo, en años anteriores reflexioné sobre cuestiones igualmente difíciles de abordar que planteaban dificultades similares: pienso en Rostros o en El Silencio.

El rostro sobre todo es un objeto marcado de sensibilidad y de singularidad, pero impregnado del vínculo social. En Rostros, traté de capturar el casi discurso del rostro, sus representaciones, sus significados, sus valores, sin omitir cuánto nos mueve y nos conecta con el lazo social.

En formas variadas, hay múltiples convivencias entre el rostro y la voz, uno y otra muestran la singularidad de la persona y su anclaje en las relaciones sociales, uno y otra son signos de identidad porque si bien reconocemos a cada uno por su rostro, también lo reconocemos por su voz, y la alteración del rostro o de la voz recorta al individuo del lazo social generando malestar hacia él. Interrogándome acerca de la voz, encontré las mismas dudas y las mismas maravillas que cuando escribía sobre el silencio o el rostro, y el mismo asombro al ver que al final poco a poco va naciendo la obra. Se trata aquí de despejar el camino hacia una antropología sensible y explorar el ‘decir a medias’ de la voz.