MONTAJES Y DESMONTAJES EN EL CAMPO DE LOCURA. Rosa Beatriz López
Ed. Topía

En este libro la autora describe su experiencia y sus vivencias a partir del trabajo como directora del Centro Atención Psicosocial Casandra. Su texto se muestra como un entramado donde vamos a transitar un espacio-tiempo muy singular en el que debemos despojarnos de las señales impuestas por la normatividad. De allí que nos señala: “Tomé sin saberlo una indicación de Pichon Rivière que dice que ‘la crónica del itinerario de un pensamiento, será necesariamente autobiográfica, no es conceptual porque se sustenta en un fundamento motivacional de experiencia vivida.’”
De esta manera el lector será conducido por decires y autores que van delimitando el campo de la locura. Citemos algunos. Allí está Charly García que aparece con sus letras llenas de alegorías, mitos e imágenes en collage. También Emilio Rodrigué con su personaje en la película Heroína junto a Tato Pavlovsky. El director Eliseo Subiela en Hombre mirando al sudoeste con un personaje de lo que se niega en el campo de la locura. Luego Didi-Huberman y sus análisis de las imágenes; el cantar del Martín Fierro resaltado por Rodolfo Kusch; el poeta Fernando Pessoa; el poeta de Córdoba Bonino que antes de que lo encerraran en el manicomio deja su montaje-musical-espiritual; Deleuze y Guattari con sus escritos a partir de la psicoterapia institucional que proponen junto a Oury y Toquelles. En este entramado la autora también nos convoca a través de un sueño propio donde los personajes que participan se despliegan en una comunidad heterogénea en la búsqueda de un hábitat que van constituyendo su propia comunidad de locura. Cómo dice la autora: “La locura crea un campo. Entrar en ese campo es el desafío, sosteniéndonos en la trama que tejemos y el acompañar es para hacerla-con. Volver a enlazar una red rota, hacerla en ese campo. No es tarea fácil”. Por ello en el final plantea a
los lectores: “Cito a Foucault que también me concierne, siempre. Les aclaro que lo que dice, se lo dice a Deleuze y yo lo tomo, lo hago mío para incitarlos a ustedes: ‘quisiera que ustedes abrieran el libro (...) como se empujan las puertas de un teatro, cuando se encienden las luces de las candilejas, y cuando el telón se levanta.

Recitan su texto, el texto que han pronunciado en otro lugar, en otros libros, en otras escenas, pero que, aquí se representa de otro modo; es la técnica meticulosa y astuta del collage’.”

MONTAJES Y DESMONTAJES EN EL CAMPOO DE LOCURA.LOPEZ, ROSA BEATRIZ

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MONTAJES Y DESMONTAJES EN EL CAMPO DE LOCURA. Rosa Beatriz López
Ed. Topía

En este libro la autora describe su experiencia y sus vivencias a partir del trabajo como directora del Centro Atención Psicosocial Casandra. Su texto se muestra como un entramado donde vamos a transitar un espacio-tiempo muy singular en el que debemos despojarnos de las señales impuestas por la normatividad. De allí que nos señala: “Tomé sin saberlo una indicación de Pichon Rivière que dice que ‘la crónica del itinerario de un pensamiento, será necesariamente autobiográfica, no es conceptual porque se sustenta en un fundamento motivacional de experiencia vivida.’”
De esta manera el lector será conducido por decires y autores que van delimitando el campo de la locura. Citemos algunos. Allí está Charly García que aparece con sus letras llenas de alegorías, mitos e imágenes en collage. También Emilio Rodrigué con su personaje en la película Heroína junto a Tato Pavlovsky. El director Eliseo Subiela en Hombre mirando al sudoeste con un personaje de lo que se niega en el campo de la locura. Luego Didi-Huberman y sus análisis de las imágenes; el cantar del Martín Fierro resaltado por Rodolfo Kusch; el poeta Fernando Pessoa; el poeta de Córdoba Bonino que antes de que lo encerraran en el manicomio deja su montaje-musical-espiritual; Deleuze y Guattari con sus escritos a partir de la psicoterapia institucional que proponen junto a Oury y Toquelles. En este entramado la autora también nos convoca a través de un sueño propio donde los personajes que participan se despliegan en una comunidad heterogénea en la búsqueda de un hábitat que van constituyendo su propia comunidad de locura. Cómo dice la autora: “La locura crea un campo. Entrar en ese campo es el desafío, sosteniéndonos en la trama que tejemos y el acompañar es para hacerla-con. Volver a enlazar una red rota, hacerla en ese campo. No es tarea fácil”. Por ello en el final plantea a
los lectores: “Cito a Foucault que también me concierne, siempre. Les aclaro que lo que dice, se lo dice a Deleuze y yo lo tomo, lo hago mío para incitarlos a ustedes: ‘quisiera que ustedes abrieran el libro (...) como se empujan las puertas de un teatro, cuando se encienden las luces de las candilejas, y cuando el telón se levanta.

Recitan su texto, el texto que han pronunciado en otro lugar, en otros libros, en otras escenas, pero que, aquí se representa de otro modo; es la técnica meticulosa y astuta del collage’.”