DESVIO DE LA LETRA.

Carlos A. Basch
Ed. Letra Viva
 

Reseña de Miguel ´Ángel Roca
En la vía de acreditación de una deuda de enseñanza con Oscar Masotta, cuya vigencia es aun reconocida como horizonte de su libro, Carlos Basch ha tomado el riesgo de realizar una lectura a la letra de “El seminario sobre La carta robada”. El resultado es un texto al que habrá que referirse en lo sucesivo cuando se estudie o se enseñe aquel trabajo legendario de Lacan.
¿Cuál es la actualidad de un escrito que viera la luz hace más de cuarenta años? Basch responde: lo que aporta a una teoría de la lectura del significante, que es en última instancia indiscernible de una escritura de la marca de la pérdida en/del origen, como letra. Pero además, el seminario de la carta robada nos recuerda que la práctica analítica consiste esencialmente en la escucha de la repetición significante, y en la apuesta al sujeto que de ella resulta; un sujeto a leer.
Esa lectura, tributaria de una práctica que se orienta en un más allá del principio del placer, opera el franqueamiento de la rememoración psicológica para adentrarse en un campo en el que los fenómenos propios al automatismo de repetición revelan la instancia de un tipo de memoria más afín a la de la cibernética. Pre-vital y trans-biológica la llamó Lacan, y hacia allí se dirigió para dar cuenta del sujeto del inconsciente, si es que había que “tomar en serio el descubrimiento de Freud”.
“Nuestra investigación nos ha llevado al punto de reconocer que el automatismo de repetición toma su principio en lo que hemos llamado la insistencia de la cadena significante”. Así arranca el seminario sobre la carta robada, en una época en que el caso omiso de la comunidad analítica al “impensable” freudiano de la pulsión de muerte no hacía más que inscribir la producción teórica prevalente en tipos diversos de sustancialismo, hasta afectarla de un índice de caducidad que le ha condenado a una suerte de senectud conceptual apenas leída. Y acaso habría que preguntarse si en nuestros días, lo real de aquella omisión no perdura bajo el signo opuesto del cientificismo diletante con el que la desoladora jerigonza lacaniana reviste su Verneinung.
Lacan buscaba en la formalización matemática la razón eficiente que permitiera desalojar de cualquier referencia biologicista al automatismo de repetición freudiano. Al remitirlo a la legalidad de una sintaxis como aquella mediante la cual el lenguaje formal transforma lo real en azar, intentaba a su vez “arrebatar la repetición al agente humano identificado a la conciencia” para establecer en “el orden del símbolo” la determinación del sujeto.
Pero el recurso genuino a un modelo o a una operatoria matemática para reordenar el campo analítico no implica suscribir el fantasma recurrente de una supuesta consus-tancialidad. Basch sugiere que la formalización en psicoanálisis no puede desentenderse del corte de una lectura que la oriente. Por otra parte, sitúa la práctica analítica en exclusión intrínseca al campo de la ciencia. Entiende que la forma de interrogar el sujeto que la ciencia forcluye no podría ser otra que la de una ficción teórica que establece su corpus operando una retórica del desvío en los conceptos que toma de las teorías de la época.
La homologación del relato de Poe y la formalización probabilística de una serie de tiradas al azar no se realiza sin pérdida. Lo importante allí es el valor argumentativo que esa reunión produce al indicar que la emergencia significante del decir en análisis está limitada por una ley de exclusión que recortará un imposible cuando la combinatoria posible en la vía de la repetición llegue al cabo de su agotamiento en los tiempos lógicos de la transferencia.
Basch distingue en “El seminario sobre La carta robada” una superposición de planos de enunciación de cuya heterogeneidad se sirve para dar cuenta de las distintas nociones de letra que allí pueden rastrearse, más allá de las homonimias de los términos carta y letra en francés. El recorrido apela tanto a acepciones del término en Lacan contemporáneas al seminario como a las que hallándose allí en germen recibieron posteriormente un desarrollo que, a la luz del análisis del autor, enriquecen el texto.
Tomando párrafo a párrafo el análisis de Lacan sobre el cuento de Poe, Basch presenta el marco de la narración, sitúa la posición de los personajes en el drama, describe la trama de las escenas sucesivas, y articula su retroactiva remitencia, para establecer el trayecto propio de esa carta desviada que enfila el sujeto que determina. Reina, ministro, Dupín, al caer en su posesión son poseídos por la falta en que esta consiste.
La materialidad de ese significante singular, indivisible en su pura diferencia, extravió la crítica derrideana, que vio en él la encarnación de un supuesto logofalocentrismo en las concepciones de Lacan. Esa lectura fallida, aunque factible a la altura de “La instancia de la letra”, texto interlocutor de “El seminario sobre La carta robada”, si no le impidió a su autor descubrir la carta que se jugaba Lacan, tampoco le permitió leer la que nos legaba. El creador de la différance hizo de la letra poco más que el ramplón soporte fonemático del significante, desestimando en ella su larvado pero crucial aspecto de marca de lo irrepresentable.
Es cierto, como señala Basch, que esa asimilación aplanadora no contaba con la diferencia irreductible puesta en acto sólo en lo que se lee en transferencia. Allí se juega un modo de inscripción significante que resguarda la falta de ese significante que falta en su lugar y a la vez pone tope a su automatismo por medio de una lectura que, en el límite de su desvío, le localiza como letra. Pero esa escritura dirá menos del sentido logrado de un reencuentro que del hallazgo de una pérdida en lo representable. Deuda a asumir por la significación, entonces, que al ser reconocida consiente que esa carta llegue en desvío a su destino desde siempre en souffrance-.
El analista, circunstancial emisario de la carta desviada que hasta gastarse busca su destino en transferencia, reconoce en el pago la función que acredita la pérdida de lo que del ser del sujeto no se sustituye. Pero también, en más o en menos, a lo Dupín, el factor que le permite desprenderse de esa carta.
Acaso porque Lacan cifró en La carta robada su designio, no pudo deshacerse del todo de la violencia de la novedad que aportaba. Ahora, si hay pago posible de esa deuda en lo que hereda una lectura fecunda, la que llevó a cabo Carlos Basch paga.

DESVIO DE LA LETRA, EL.BASCH, CARLOS A.

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Carlos A. Basch
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Reseña de Miguel ´Ángel Roca
En la vía de acreditación de una deuda de enseñanza con Oscar Masotta, cuya vigencia es aun reconocida como horizonte de su libro, Carlos Basch ha tomado el riesgo de realizar una lectura a la letra de “El seminario sobre La carta robada”. El resultado es un texto al que habrá que referirse en lo sucesivo cuando se estudie o se enseñe aquel trabajo legendario de Lacan.
¿Cuál es la actualidad de un escrito que viera la luz hace más de cuarenta años? Basch responde: lo que aporta a una teoría de la lectura del significante, que es en última instancia indiscernible de una escritura de la marca de la pérdida en/del origen, como letra. Pero además, el seminario de la carta robada nos recuerda que la práctica analítica consiste esencialmente en la escucha de la repetición significante, y en la apuesta al sujeto que de ella resulta; un sujeto a leer.
Esa lectura, tributaria de una práctica que se orienta en un más allá del principio del placer, opera el franqueamiento de la rememoración psicológica para adentrarse en un campo en el que los fenómenos propios al automatismo de repetición revelan la instancia de un tipo de memoria más afín a la de la cibernética. Pre-vital y trans-biológica la llamó Lacan, y hacia allí se dirigió para dar cuenta del sujeto del inconsciente, si es que había que “tomar en serio el descubrimiento de Freud”.
“Nuestra investigación nos ha llevado al punto de reconocer que el automatismo de repetición toma su principio en lo que hemos llamado la insistencia de la cadena significante”. Así arranca el seminario sobre la carta robada, en una época en que el caso omiso de la comunidad analítica al “impensable” freudiano de la pulsión de muerte no hacía más que inscribir la producción teórica prevalente en tipos diversos de sustancialismo, hasta afectarla de un índice de caducidad que le ha condenado a una suerte de senectud conceptual apenas leída. Y acaso habría que preguntarse si en nuestros días, lo real de aquella omisión no perdura bajo el signo opuesto del cientificismo diletante con el que la desoladora jerigonza lacaniana reviste su Verneinung.
Lacan buscaba en la formalización matemática la razón eficiente que permitiera desalojar de cualquier referencia biologicista al automatismo de repetición freudiano. Al remitirlo a la legalidad de una sintaxis como aquella mediante la cual el lenguaje formal transforma lo real en azar, intentaba a su vez “arrebatar la repetición al agente humano identificado a la conciencia” para establecer en “el orden del símbolo” la determinación del sujeto.
Pero el recurso genuino a un modelo o a una operatoria matemática para reordenar el campo analítico no implica suscribir el fantasma recurrente de una supuesta consus-tancialidad. Basch sugiere que la formalización en psicoanálisis no puede desentenderse del corte de una lectura que la oriente. Por otra parte, sitúa la práctica analítica en exclusión intrínseca al campo de la ciencia. Entiende que la forma de interrogar el sujeto que la ciencia forcluye no podría ser otra que la de una ficción teórica que establece su corpus operando una retórica del desvío en los conceptos que toma de las teorías de la época.
La homologación del relato de Poe y la formalización probabilística de una serie de tiradas al azar no se realiza sin pérdida. Lo importante allí es el valor argumentativo que esa reunión produce al indicar que la emergencia significante del decir en análisis está limitada por una ley de exclusión que recortará un imposible cuando la combinatoria posible en la vía de la repetición llegue al cabo de su agotamiento en los tiempos lógicos de la transferencia.
Basch distingue en “El seminario sobre La carta robada” una superposición de planos de enunciación de cuya heterogeneidad se sirve para dar cuenta de las distintas nociones de letra que allí pueden rastrearse, más allá de las homonimias de los términos carta y letra en francés. El recorrido apela tanto a acepciones del término en Lacan contemporáneas al seminario como a las que hallándose allí en germen recibieron posteriormente un desarrollo que, a la luz del análisis del autor, enriquecen el texto.
Tomando párrafo a párrafo el análisis de Lacan sobre el cuento de Poe, Basch presenta el marco de la narración, sitúa la posición de los personajes en el drama, describe la trama de las escenas sucesivas, y articula su retroactiva remitencia, para establecer el trayecto propio de esa carta desviada que enfila el sujeto que determina. Reina, ministro, Dupín, al caer en su posesión son poseídos por la falta en que esta consiste.
La materialidad de ese significante singular, indivisible en su pura diferencia, extravió la crítica derrideana, que vio en él la encarnación de un supuesto logofalocentrismo en las concepciones de Lacan. Esa lectura fallida, aunque factible a la altura de “La instancia de la letra”, texto interlocutor de “El seminario sobre La carta robada”, si no le impidió a su autor descubrir la carta que se jugaba Lacan, tampoco le permitió leer la que nos legaba. El creador de la différance hizo de la letra poco más que el ramplón soporte fonemático del significante, desestimando en ella su larvado pero crucial aspecto de marca de lo irrepresentable.
Es cierto, como señala Basch, que esa asimilación aplanadora no contaba con la diferencia irreductible puesta en acto sólo en lo que se lee en transferencia. Allí se juega un modo de inscripción significante que resguarda la falta de ese significante que falta en su lugar y a la vez pone tope a su automatismo por medio de una lectura que, en el límite de su desvío, le localiza como letra. Pero esa escritura dirá menos del sentido logrado de un reencuentro que del hallazgo de una pérdida en lo representable. Deuda a asumir por la significación, entonces, que al ser reconocida consiente que esa carta llegue en desvío a su destino desde siempre en souffrance-.
El analista, circunstancial emisario de la carta desviada que hasta gastarse busca su destino en transferencia, reconoce en el pago la función que acredita la pérdida de lo que del ser del sujeto no se sustituye. Pero también, en más o en menos, a lo Dupín, el factor que le permite desprenderse de esa carta.
Acaso porque Lacan cifró en La carta robada su designio, no pudo deshacerse del todo de la violencia de la novedad que aportaba. Ahora, si hay pago posible de esa deuda en lo que hereda una lectura fecunda, la que llevó a cabo Carlos Basch paga.