ESTRÉS. El malestar en la globalización
Silvia G. Melamedoff
María Cristina Morales

Editorial Psicolibro

Hace veintisiete años comenzábamos nuestro trabajo diciendo:
En los últimos años se ha popularizado el uso del término estrés: distintas ramas de la medicina lo diagnostican e incluso se dan indicaciones terapéuticas para tratarlo. Estas incluyen un amplio abanico de posibilidades que abarcan distintas modalidades terapéuticas: psicofármacos, las llamadas terapias alternativas, así como sugerencias acerca de cambio de estilos de vida.
En la actualidad, si bien algunos conceptos incluidos en esa definición siguen siendo válidos, se cuenta con otros recursos a partir de los nuevos aportes de las disciplinas tradicionales, integradas en espacios interdisciplinarios tales como los generados por las neurociencias y la psiconeuroinmunoendocrinología (PINE).
Consideramos necesario partir de la definición de salud, estado de perfecto, completo bienestar físico, mental y social y no solo la ausencia de afecciones o enfermedades, según la definición que la OMS hace del término.
Dicha institución define salud mental como el estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades para afrontar las tensiones normales de la vida, pudiendo trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer contribuciones a la comunidad.
También define el fenómeno del estrés como la suma de las reacciones fisiológicas que, en su conjunto, preparan el organismo para la acción. Considerado desde este punto de vista, el estrés sería una alarma, un estímulo que conduce al acto, una respuesta necesaria para la supervivencia, manifestación que puede ser coherente con las demandas del entorno o bien insuficientes o exageradas (OMS 1994).
Cuando la respuesta natural es excesiva, se produce una sobrecarga de tensión que repercute en el organismo, provocando la aparición de enfermedades y anomalías que impiden el normal desarrollo y funcionamiento corporal.
El concepto de estrés infiltra nuestra cultura en todas las áreas vitales. Observamos una sociedad con una exigencia que supera las posibilidades de adaptación, acompañada de repercusiones nocivas con respuestas biológicas negativas, como consecuencia de la implementación de mecanismos
adaptativos que intentan mejorar.
El cerebro es un órgano vulnerable que puede dañarse por el estrés crónico, pero que posee plasticidad y capacidad de resiliencia. La biología del estrés es un complemento que permite ahondar la investigación de los trastornos cerebrales y en los trastornos afectivos, especialmente en el estrés postraumático, los circuitos neuronales que regulan la reactividad no funcionan adecuadamente.
La naturaleza de la vulnerabilidad se relaciona con la forma en que cada individuo responde a las exigencias ambientales.

Silvia G. Melamedoff y María Cristina Morales

ESTRES-EL MALESTAR EN LA GLOBALIZACION.MELAMEDOF, SILVIA

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ESTRÉS. El malestar en la globalización
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María Cristina Morales

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Hace veintisiete años comenzábamos nuestro trabajo diciendo:
En los últimos años se ha popularizado el uso del término estrés: distintas ramas de la medicina lo diagnostican e incluso se dan indicaciones terapéuticas para tratarlo. Estas incluyen un amplio abanico de posibilidades que abarcan distintas modalidades terapéuticas: psicofármacos, las llamadas terapias alternativas, así como sugerencias acerca de cambio de estilos de vida.
En la actualidad, si bien algunos conceptos incluidos en esa definición siguen siendo válidos, se cuenta con otros recursos a partir de los nuevos aportes de las disciplinas tradicionales, integradas en espacios interdisciplinarios tales como los generados por las neurociencias y la psiconeuroinmunoendocrinología (PINE).
Consideramos necesario partir de la definición de salud, estado de perfecto, completo bienestar físico, mental y social y no solo la ausencia de afecciones o enfermedades, según la definición que la OMS hace del término.
Dicha institución define salud mental como el estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades para afrontar las tensiones normales de la vida, pudiendo trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer contribuciones a la comunidad.
También define el fenómeno del estrés como la suma de las reacciones fisiológicas que, en su conjunto, preparan el organismo para la acción. Considerado desde este punto de vista, el estrés sería una alarma, un estímulo que conduce al acto, una respuesta necesaria para la supervivencia, manifestación que puede ser coherente con las demandas del entorno o bien insuficientes o exageradas (OMS 1994).
Cuando la respuesta natural es excesiva, se produce una sobrecarga de tensión que repercute en el organismo, provocando la aparición de enfermedades y anomalías que impiden el normal desarrollo y funcionamiento corporal.
El concepto de estrés infiltra nuestra cultura en todas las áreas vitales. Observamos una sociedad con una exigencia que supera las posibilidades de adaptación, acompañada de repercusiones nocivas con respuestas biológicas negativas, como consecuencia de la implementación de mecanismos
adaptativos que intentan mejorar.
El cerebro es un órgano vulnerable que puede dañarse por el estrés crónico, pero que posee plasticidad y capacidad de resiliencia. La biología del estrés es un complemento que permite ahondar la investigación de los trastornos cerebrales y en los trastornos afectivos, especialmente en el estrés postraumático, los circuitos neuronales que regulan la reactividad no funcionan adecuadamente.
La naturaleza de la vulnerabilidad se relaciona con la forma en que cada individuo responde a las exigencias ambientales.

Silvia G. Melamedoff y María Cristina Morales